Clausura

A veces uno tiene ocasiones donde tiene que admitir que es cierto que Dios existe y que escribe derecho con reglones torcidos.

Camino del antiguo convento  y casa matriz de las frailas comendadoras de Santiago hoy recinto de eventos y bodas,  como hotel rural en Olmos  de Ojeda , provincia de Palencia, donde un sobrino se me casaba por lo civil, en evidente contradicción con el uso histórico del lugar,  viajamos por la más antigua de las autopistas españolas,  la A1 que te lleva de Madrid a Burgos,  cuando la «gusta»  comienza a roe nuestros estómagos y nos planteamos donde comer pues ya son horas.

Como no podía ser de otro modo llevamos en tecnología lo último de lo último y juntamos cuatro Smartphone  mas como no un GPS con  el conocido  “tom tom «, así que  nos ponemos a buscar donde comer pasado el alto de “somosierra”.   Acudimos a redes sociales, Google y al vulgar método de llamar a conocidos,  para que alguien nos sugieran donde parar para comer.

En este trance mi hijo,  que conducía, pero llevaba instalado un manos libres de esos que hablan y que cuando les dices llámame a pepito te responden que si al fijo, que si al  de casa, que si al móvil, que si al trabajo, que si a casa de la novia o de  la querida o lo que se tercie. Pues tiene la idea de llamar a un buen amigo que se lo busque desde su puesto de trabajo,  que para algo trabaja en una empresa  en “par bip”  de palma en la isla de Mallorca.

Y el otro al recibir la llamada le pregunta posición,  lógico pues le decimos que antes de una hora queremos comer, se la damos y nos contesta que paremos en Lerma,  que en la plaza delante del parador está llena de locales e incluso nos aventura el nombre de uno de ellos. Sorprendidos por su rápida respuesta tomamos nota.

Y al final de la conversación como quien no quiere la cosa nos dice que además,  si queremos,  podemos pasar a saludar a sus hermanas que viven allí cerca de allí en un convento.

Recalculamos los GPS y nos vamos en búsqueda de la plaza delante del parador de Lerma,  que ya son cerca de las 3 de la tarde y estamos a punto de desfallecer de hambre.

La verdad es que fue un acierto. Tras un breve ojeo escogimos un mesón y comimos, e incluso bebimos, buenas viandas y buen vino de la tierra, si bien esto último le fue vetado al conductor que como toca bebió agua fresca del arroyo.

Y ya en los postres alguien recordó lo de que podíamos visitar a las hermanas monjas de nuestro informante. No con mucho animo, y deseando casi que nos indicara que estaban lejos, pregunte a la camarera donde estaba el convento de monjas del pueblo. Y su respuesta fue un pregunta: ¿que cual de los tres conventos?   Para añadir las hay que vende cerámica, las hay que venden pastelitos y las hay que viven del cuento (literal) .

Pues nos quedamos mirados los unos a los otros,  durante unos segundos de silencio, cuando mi hijo recordó y dijo: las de las cerámicas.

Y la camarera señalada a la ventana donde estamos sin inmutarse, cual guardia de tráfico, dijo: en esa  puerta justo enfrente esta el torno, señalando un puerta en la casa del enfrente en el callejón al que daba la ventana.

La palabra «torno» me hizo recordar,  eso solo puede  significa una cosa: son monjas de clausura.

Nos dirigimos a la puerta señalada y comentamos que sería una visita rápida pues supusimos que bastaría decir que les saludamos de parte de su hermano por medio del torno.

La puerta daba acceso a una reluciente habitación, donde me fije que  las baldosas del suelo de  limpias brillaban,  con tres puertas, una a la izqda.,  otra a la derecha, donde un rotulo informaba  horario de la tienda de cerámicas, y una  al centro y pegada a la misma, a su derecha, un torno de madera con claras señales de llevar allí,  al menos,  un par de siglos.

Pulse un timbre sobre el torno y esperamos. Y en esa espera estamos cuando sonó mi móvil, así que salí a la calle, dejando dentro al resto de la «expedición» esperando la respuesta frente al torno.

Ya en la calle,  pude ver bien el  frente a la fachada de la Iglesia del convento donde dos rosetones con escudos sobresalen sobre los elementos de una típica fachada barroca.

Me entretuve unos 10 minutos de conversación telefónica y volví a entrar desde la calle a la habitación del torno y para mi sorpresa no había nadie, todos mi compañeros de expedición habían desaparecido, como aducidos por el convento y solo había silencio.

¿Qué había ocurrido?

Pues, como supe más tarde, a mi llamada al timbre acudió al torno la monja encargada de la portería y tras saludar con el clásico “ave maría purísima” solicito cual era el motivo de la llamada. La respuesta de mi hijo había sido precisa: venimos a saludar a las hermanas, y dio el  primer y segundo apellidos, nada corrientes, por cierto.

Aquel dado trasmitido a las interesadas les llevo a mirar, por alguna oculta mirilla, por quien con tanto detalle conocía sus apellidos, y reconocieron a mi hijo por salir en alguno de los videos que su hermano les había enviado de su hija pequeña. Aquel reconocimiento abrió la puerta de la izquierda que daba a la sala de vistas.

La sala de visitas está compuesta, a lo largo de un pasillo,  de dos especie de  cajones amplios separados de un lado al otro por un murete como de 50 centímetros de alto sobre el cual hay  una verja de barrotes hasta el techo, donde se puede visitar  a las monjas de la clausura por su familia y amigos. A pesar de la amplitud de la habitación las rejas imponen un poco. La luz llena toda la habitación y la limpieza es pulcritud. De nuestro lado de la verja cuatro sillas y una mesa. De su lado de la verja dos sillas. En las paredes cuadros con motivos religiosos. Estamos en el único lugar donde se puede ver y en teoría sin tocar a las monjas de la  clausula.

esta foto no se corresponde con el texto

La identificación de los visitantes, el ser dos hombre y dos mujeres, y el carácter juvenil de las visitadas, hizo que las dos mojas de clausula, para mi sorpresa, abriera la verja dejando expedito el muro de la misma, con lo que llegamos a olvidar que estábamos hablando con monjas de clausura.

Lo que más llamo mi atención fue que podías abordar con ellas cualquier tema y sobretodo el convencimiento de su vocación, su encuentro con Cristo, como ellas  la denominaron, que no les hacía perder el conocimiento del mundo y de su tecnología, hasta el punto de que la más antigua, con 17 años de profesión y actualmente maestra de novicias, usa una PDA para llevar su agenda de actividades, que comienzan a las 7 de la mañana y terminan a las 10 de la noche en que se retiran a sus celdas o habitaciones. Además dirigen una actividad audiovisual que editan en CD/DVD , sobre sus actividades como monjas y sus testimonios. Nos regalaron un par de ellos y su presentación es intachable de una profesionalidad a toda prueba. Además de sus oraciones, misa diaria, tiene tiempo para hacer su trabajo para la orden, son dominicas, y escribir artículos para revistas religiosas.

¿Qué lleva a dos chicas, que tiene cierta belleza física a pesar de no usar maquillaje ni preocuparse de la celulitis ni de los “michelines” a tomar esta vida de clausura? Chicas, que como nos confeso una de ellas, cuando salían de “marcha” volvía a casa cuando amanecían.

Pues la verdad es que no lo sé, quizás el cumulo de casualidades terrenas que nos había hecho estar allí compartiendo una agradable entrevista, de la  que por un momento pensé que si no fueran monjas les pediría que nos hiciéramos una foto para recordarla y rememorarla con los amigos. Pero para nuestra sorpresa cuando nos despedíamos nos dijeron que no podíamos irnos sin que nos hiciéramos una foto todos juntos y sacaron una cámara réflex de última generación con disparador retardado que nos permitió, desde su lado, hacernos una foto de grupo increíble, que no publicare por respecto a la privacidad del momento.

Salimos del convento una hora más tarde, todos los expedicionarios muy emocionados, y como una de ellas nos pidió, con la intención de no olvidarlas porque ellas están ahí para dar testimonio de que puede haber una vida distinta a la que llevamos en este mundanal mundo. Mi hijo y su novia les prometieron que si tienen una hija le pondrán el nombre de una de ellas, nombre por cierto muy bonito y raro de encontrar en una chica, y ellas en correspondencia  prometieron que si lo hacían rezarían por ella, cada día,  el resto de sus vidas. Así que pensándolo en términos económicos: si tengo una nieta, que es lo que yo siempre he querido, vendrán además de, como todo recién nacido, con un pan debajo del brazo y con el rezo diario de dos monjas de clausura, que es un beneficio que no se adquiere de forma fácil ni se puede comprar en ningún mercado y necesariamente tiene ser un valor que da  buenos resultados.

Y la prueba de esto último la tuvimos al día siguiente, que a la hora de la celebración de la boda llovía a cantaros, si bien todos salvaguardados por una carpa que comunicaba directamente con el comedor donde celebraríamos el banquete, nos lamentamos que la falta de sol no permitiera hacer las fotos en el marco incomparable belleza del antiguo convento que rigiera la venerable Sancha de León. A las monjas de clausura les habíamos dicho el día anterior que veníamos a una boda y ellas de forma espontánea nos dijeron que rezarían para que todo fuera bien en la celebración y a los novios. Pues de forma increíble, y justo al terminar la celebración dejo de llover y salió el sol, se pudieron hacer las fotos, que son unas de las partes más importantes de una boda sin duda, y al retirarnos para el interior del comedor, pues volvió a llover sin parar el resto del día y noche siguiente.

Y es que no hay como tener en esta vida la oración de una monja de clausura como aliado, y esta boda se tenía la de dos.

Volveremos a ver estas monjas, porque ya por si solas, sin el interés añadido de que recen por uno, merecen nuestra amistad.

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