Ni asesinos ni héroes, simple carne de cañón.-

Los tres musulmanes que en nombre de Ala han dado muerte a 17 personas en Paris, son considerados por la mayoría como asesinos, cuando en realidad no lo son, o son considerados, por una minoría, como héroes, cuando realmente tampoco lo son.

En una guerra convencional los combatientes de uno u otro bando, realizan actos similares de autodestrucción y muerte, sin que a nadie se le ocurra llamarles asesinos, pues  su condición de combatiente lleva implícita tal deshumana función. Sin ir más lejos recuerdo a los “Kamikaces” japoneses durante la segunda guerra mundial.

El matar a otro ser humano, no mediando la propia salvaguarda, no tiene ningún tipo de justificación, ni puede ser calificado de héroe quien hace tal cosa, entre otras cosas porque la denominación de héroe corresponde a quienes realizan hazañas en favor de los demás, lo que  está reñido a todas luces con producir la muerte.

Los tres musulmanes que en nombre de Ala han dado muerte a 17 personas en Paris se consideraban así mismo combatientes, y por lo tanto no asesinos,  de un ejecito invisible, de una guerra declarada, llamada “Yihad” o guerra santa, en virtud de un mandato de  lucha para defender y propagar el Islam.

Tal guerra solo existe en la mente de quienes se la creen y en la mente de quienes usan a los que se la creen.

No importa que el Corán, libro guía de la religión musulmana,  nunca utiliza el término yihad para referirse a la pelea y el combate en el nombre de Alá, no importa que los representantes más cualificados del islam, niegan la existencia de tal mandado. Lo cierto es que cada día, por miles, individuos están dispuestos a morir por matar a otros en nombre de cumplir el supuesto mandato de Ala.

Ese fenómeno de la personalidad en la ciencia  se conoce como trastorno disociativo de la personalidad con un cuadro psicopatológico denominado «pseudología fantástica» por el cual estas personas se pueden mostrar más o menos reticentes a reconocer lo irreal de sus planteamientos y conductas, que reafirman en determinados ambientes. A este tipo de personas no los encontramos en muchos momentos en la vida cotidiana, bien enganchados a una secta o de testigos de alguna religión, bien de  trotamundos, hippes o viviendo en la marginalidad social.

Son individuos que pueden ser manipulados en sus mentes y la historia nos da testimonio de muchas ocasiones en que tal cosa ha sucedido, así que no tiene por qué sorprendernos, y además  los encontramos últimamente repetidos en muchas actividades y no solo en los actos terroristas islamistas.

Así que solo podemos calificar a los mismos como “la carne de cañón”  esto es: individuos, analfabetos  o fanatizados,  que se expone sin miramientos a sufrir cualquier clase de daño, incluso la muerte, bajo el mando de quien los recluta e instruye para usarlos a su propia conveniencia.

Buscar los orígenes de este fanatismo, los orígenes de su entrenamiento, de sus medios y de sus acciones, nos permitirá prevenir sus actos y nos llevara a los responsables de sus crímenes, puesto que es evidentes que lo que sobran son este tipo de gentes con una mente trastornada, pues como dice Enrique IV, en la obra de  Shakeaspeare,  << son tantos que llenarán una fosa tan bien como cualquiera >>

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